- Dificultad baja.
- Distancia 8 Km ida y vuelta.
- Recorrido lineal.
- Aunque pasamos por el medio del pueblo no está de más llevar agua.
- Una vez fuera del cobijo que ofrece la Dehesa, no hay sombra.
Partiendo desde el camping, fuimos girando hacia la izquierda y caminando por el margen derecho de la carretera, de manera que, siempre tuviésemos como referencia el borde del arcén con quitamiedos o vegetación, dimos comienzo a la primera de innumerables aventuras. Todas y cada una de ellas supusieron en sí mismas suficiente recompensa tanto por las dudas suscitadas, como por los esfuerzos a los que nos íbamos a someter.
Puesto que avanzábamos por el arcén indebido, se hizo necesario pararnos y hacernos ver cuando pasaba tráfico por nuestra espalda.
Durante el día, la fragancia de plantas y arbustos de múltiples olores junto con el de los pinos, como aroma más intenso, nos acompañaba casi todo el trayecto. En la noche, los sentidos se agudizarían, siendo necesario por otra parte, vestirnos de manga larga. La fresca, como la húmeda corriente proveniente del río, ¡tocan castañuelas!
A nuestra derecha, el río Escabas, su rumor era imperceptible, tan solo el viento entre las hojas de los árboles dando al entorno el efecto de las olas del mar.
En tierra, gran diversidad de pajaritos, en el cielo, rapaces de caza y rapiña.
Transcurridos unos 400 metros, localizamos el comienzo de un camino asfaltado, tal y como estaba previsto por el gran “sanedrín” (grupo de amigos al amor de un buen café), e ignorándolo, pues está cortado por rejas, continuamos recto por el arcén de la carretera. A pocos metros, un quitamiedos metálico, cuando finalizara tendríamos un pequeño sendero que nos adentraría en el pinar, huertas próximas y mimbreras, ante lo cuál, optamos por retroceder. Sin perder de vista la referencia que nos ofrecía el continuo paso de coches, no resultó complicada la maniobra de retorno.
Tras este quitamiedos, nos topábamos con un segundo, el puente La Gitana… Seguimos adelante.
Habiendo recorrido unos 500 metros más, fuimos dejando el bosque atrás y la vega se abrió ante nosotros. Huertos, algunas casas dispersas y enseguida Cañamares.
Repentino escalón, aceras estrechísimas, un arbolito en medio, colegio de primaria a la derecha, vaya! el centro cultural!: la tasca, (Bueno, ya que estamos aquí…).
Atravesando el pueblo avanzamos recto con la hoz de Priego ya ante nosotros.
Observación:
“Poco antes de salir de Cañamares hay un jardincito en forma triangular que puede dar a equívoco, y en lugar de seguir recto, nos introduciríamos en la población. Como referencia, una pequeña fuente y aspersores de riego pero ante la duda preguntando se va a Roma”.
Una vez dejamos atrás la población, a unos 200 metros, nos esperaba una preciosa chopera. Su sombra es agradable refugio para un descanso. CUIDADO, “el nivel es inferior al de la carretera que, por otra parte, se irá estrechando según avancemos hacia las hoces del río”. Podremos encontrar un lugar para bajar cuando hayamos pasado el segundo quitamiedos metálico. A partir de aquí, el nivel de la chopera y de la carretera se iguala. Se trata de una finca estrecha y alargada. “De aventurarnos por ella, en ningún momento, sería posible perdernos, pues tiene como límites el cauce del río y la carretera.
Las experiencias que conllevarían esta incursión, serían inolvidables: terreno abrupto, árboles caídos, multitud de pájaros de diversos tamaños y agradables trinos, pequeños terraplenes que añadirían un poco de emoción. “excelente pista de pruebas para nuestro guía”.
Con fortuna y no menos paciencia, tal vez, un chopo en fase de putrefacción! en el interior, hueco y astillado, proliferan Setas de Chopo!, da la impresión de estar ante una ciudad de seres diminutos!
Enseguida y habiendo dejado el bosquecillo de chopos atrás, llegaríamos a las ruinas del molino de agua (no es recomendable entrar en ellas. Es muy peligroso). Lo identificamos perfectamente porque aquí, el río retumba al golpear las rocas dando comienzo, el estrechamiento de su cauce. Así como la ampliación notoria del arcén.
Para retornar al punto de partida, cruzamos la pequeña carretera y dejando el margen de nuevo a nuestra derecha, volvimos hacia el pueblo. “Desde este punto hasta llegar de nuevo a Cañamares, es todo terreno rústico, donde antiguamente se realizaba la trilla, la preparación del mantillo y otras actividades propias de una población que se dedicaba fundamentalmente a la agricultura y pastoreo de ovejas”.
Poco antes de llegar al casco urbano, cruzamos a la izquierda, ¿Motivo? Pasando el pueblo y a la derecha, se encuentra el desvío que nos dirigiría hacia Cuenca.
“¿Pero, a qué huele?” Fuerte olor a caballerizas! Nos hemos escorado demasiado hacia la derecha sin percatarnos que, nos hemos introducido demasiado en el pueblo. Metiendo la marcha atrás, atrás, atrás, resolvimos el entuerto. Recuperado el trayecto, giramos a la siniestra e, “vualá!”
Siguiendo por el margen izquierdo y habiendo dejado atrás Cañamares, a unos 100 metros, como medida de seguridad ante el despiste que nos podría provocar el cruce, pudimos volver a la derecha y recuperar una buena referencia de arcén y vegetación.
Al cabo de una media hora llegaríamos al camping.
Durante el paseo final y a nuestra derecha, irían quedando el viejo cementerio, alguna vivienda dispersa, acequias, un grupo reducido de cabañas de madera y algunos senderos de interés para explorar, “Pero esa, es otra película”.