En el extremo norte de la provincia, la serranía de Cuenca nos ofrece una comarca privilegiada en sus paisajes y en sus tradiciones. Un entorno natural envidiable.
En Cañamares, el río Escabas se remansa y permite la existencia de una agradable zona de baño rodeada de praderas que invitan al paseo y al descanso.
A través del túnel del puerto del Monsaete, llegamos a la cuenca del Alto Guadiela. Por un frondoso valle y acompañados por mimbreras (en invierno el color rojizo es espectacular) llegamos a Cañizares donde es típica la artesanía de mimbre y piezas de alfarería.
Una carretera arriscada y que cruza grandes bosques nos conduce al caserío de Puente Vadillos, Un sorprendente emporio industrial con una fábrica de carborundun. Por una pista se puede llegar al embalse del Molino de Chincha y a la grandiosa Hoz de Tragavivos.
Desde el mismo puente sale el desvío que conduce hasta el balneario de Solán de Cabras, situado a 950 metros sobre el nivel del mar, construido en 1775 y al que Carlos IV le dio el título de Real Sitio, verdadero vergel de la naturaleza, cruzado por el río Cuervo.
Un anfiteatro natural entre inmensas y majestuosas rocas de formas escultóricas y rodeadas por una exuberante vegetación de bojes, pinos, robles, tilos centenarios y una gran variedad de plantas aromáticas como espliego, jara, tomillo, orégano,… En el entorno ecológico, surge un vivificador manantial de agua limpia y natural que refresca no sólo nuestra sed de aventura, sino la curiosidad por las historias y leyendas que se cuentan sobre este lugar.
Según la tradición, el descubrimiento de este salitífero manantial cuyo chorro de agua brotaba de las profundidades de la tierra, se debe a un pastor que, observando cómo sus cabras enfermas se bañaban en ellas espontáneamente, lograron su curación. De ahí que la leyenda atribuya a este hecho, el nombre de aguas de Solán de Cabras, acuífero de cuyas propiedades mineromedicinales ya tuvieron conocimiento los romanos.
Protegidas de toda polución y lluvias ácidas, las aguas que recorrieron el subsuelo durante siglos no han visto alterado ni su ph, ni su composición, temperatura o sabor.
Salimos del caserío, encontrando la Casa de la Toba y la Fuente de los Tilos, con su famoso Paseo Botánico donde es posible encontrar las especies de flora más peculiares de la zona: encinas, enebros, pinos, arces, fresnos, sauces, avellanos y algún tejo. También divisamos la Cueva de la Ramera.
Estamos en plena Hoz de Beteta, enorme muralla rocosa que el Río Guadiela con poco caudal pero con mucha paciencia se ha encargado de excavar un estrecho y profundo tajo. Son 12 Km. de sobrecogedor paisaje y exuberante riqueza botánica.
Al final de la Hoz se abre un hermoso valle dominado por la Villa de Beteta, la antigua Vétera romana. El Casco urbano y el castillo de Rochafría forman un conjunto de especial interés. Su Plaza Mayor cuenta con soportales apoyados en vigas de madera, formando una balconada típica serrana. De la Iglesia de la asunción cabe destacar la magnífica portada plateresca y el retablo neogótico en su interior. Todavía se conservan restos de la ciudad amurallada que fue y, coronando el cerro, el Castillo de Rochafría, compendio de arquitectura militar. Desde el mirador de Masegar se puede comprender la importancia de Beteta como enclave estratégico.
A tres kilómetros de Beteta, pueden contemplarse las Lagunas, grande y Pequeña de El Tobar, Protegidas y declaradas Refugio de caza. Sus riberas se hallan repletas de carrizos y eneas donde anidan fochas, zampullines y ánades reales.
Carrascosa, es un obligado punto de encuentro para los aficionados a la espeleología dada su abundancia en cavidades.
En Cueva del Hierro, encontramos la curiosa arquitectura negra. Recibe el nombre por la utilización de piedra oscura, rica en compuestos ferrosos, presente en sus casas, iglesia y muros de contención de sus callejas.
Al norte de Beteta, Valsalobre, que, debe su nombre a la existencia de manantiales, esta vez salinos. La villa fue muy importante en las Edades Media y Moderna por ser paso de trashumancia hacia el Levante y Sur.
A 1.300 m. de altura y una vez dejado atrás Beteta, encontramos el encinar más alto de la provincia en el valle del Masegar.
A pocos kilómetros nos espera Masegosa, construida en un altiplano. La zona es abundante en cuevas y fenómenos paisajísticos kársticos.
En Lagunaseca, se muestran una serie de hoyos más o menos circulares conocidos como torcas que, funcionan como sumideros de agua de lluvia abasteciendo cauces subterráneos que afloran a decenas de kilómetros.
Un prototipo de villa serrana, junto al río Cuervo, que aquí se hace embalse, es santa maría del val con sus callejas estrechas e irregulares.
Poyatos, de origen medieval, conserva su arquitectura de los siglos XV y XVI en el Arco del Concejo, en la Parroquia de la Magdalena y en su Ayuntamiento recientemente rehabilitado y restos de su antigua muralla.
Desde Poyatos, a lo largo de la carretera que desciende junto al río Escabas, tenemos diversos merenderos donde reposar la vista y el ánimo en praderas ribereñas.
Un poco más adelante Fuertescusa, Tras un encajonado valle, llegamos a este pueblo serrano de bella estampa. El conjunto urbano tiene un original escalonado aprovechando los desniveles del terreno. Nos ofrece la interesante iglesia parroquial dedicada a San Martín Obispo, data del siglo XV con modificaciones en el XVIII, destacando el presbítero cubierto con una artesa octogonal policromada y dos cabezas talladas en la clave. En la parte alta del pueblo nos encontramos la Fuente del Halcón o Fuente Grande, siendo uno de los manantiales más importantes de toda la Serranía por su caudal y pureza de sus aguas. También es interesante la Fuente de San Sebastián y los antiguos lavaderos de ropa, perfectamente restaurados hoy en día.
En el límite de la Alcarria con la Serranía se haya Priego. Junto al río Escabas, se levantó el Castillo del que sólo se conserva el Torreón de Despeñaperros y la puerta de entrada al recinto, marcando algún lienzo de muralla. Situado a las afueras quedan los restos de lo que fue Convento de Concepcionistas, o Monasterio del Rosal, formado por Iglesia de origen gótico, Claustro románico y otros edificios anejos.
Sobre la Hoz de Priego, el convento de san Miguel ofrece una espectacular panorámica. El área de Priego puede representar ese tránsito entre las tierras arcillosas o cenicientas de vegetación arbustiva propia de la alcarria conquense a los angostos valles de roca y extensos pinares de La Serranía de Cuenca.
La histórica Ciudad de Priego tiene un núcleo bien conservado, con grandes casonas señoriales, escudos, rejería y todo un aroma de nobleza transpirando en sus calles y plazas.
Cerca de la población de Priego, La mina del Hierro, es una cueva profunda, espaciosa y dilatada por las extracciones del mineral, que hará el deleite de las personas que vayan a visitarla. A finales de los años 90 y por iniciativa del Ayuntamiento, la mina se rehabilita y se abre una zona a los visitantes como fuente de cultura histórica y etnológica.
Las culturas prerromanas iniciaron la explotación del yacimiento, siendo el afloramiento superficial del mineral y la cercanía de extensos bosques para el carboneo, dos circunstancias que provocaron el florecimiento de la mina en la época romana. La mina suministró material a las herrerías que se instalaron en las cuencas de los ríos Tajo y Guadiela durante siglos, hasta la época moderna en la que, la baja rentabilidad, en comparación con otras explotaciones, obligaron a su cierre.